La búsqueda

Hace tanto que la busco, que no sabría decir desde cuándo. Fue un pinchazo en el corazón, un latigazo en la espina dorsal, una certeza absoluta de que ella tendría el pelo negro y los ojos verdes. Calles. Bares. Librerías, sobre todo, librerías. Continúa leyendo «La búsqueda»

Hotel de mil estrellas

Morirse es súper difícil. Una vez me inyecté lejía en la vena y no me pasó nada. Siempre he tenido curiosidad hacia la muerte. Me obsesiona cómo será esa sensación, el descanso. No me da miedo morir, aunque sí el cómo se muere. Me gusta más estar dormido que despierto, porque sentir la vida me duele. No me importaría acostarme una noche y ya no … Continúa leyendo Hotel de mil estrellas

Lo bueno de las flores…

Tributo al gran maestro José Sanchís Sinisterra. Por tus tremendas clases y tu sabiduría compartida. Santander, verano 2016. Sol. Parque. B saca al niño a pasear en el carricoche. Al niño le gusta el sol en la cara y patalea al aire a gusto, descalzo. Inesperadamente, B se encuentra con M que saluda: «¡Cuánto tiempo! ¿Cómo estás?». «Bien. Normal». «¿Y este niño tan rico?» B … Continúa leyendo Lo bueno de las flores…

Instantes azules

No nos conocemos. Pero eso no importa para que nos acerquemos. Unos segundos de silencio. Todo queda dicho. Una caricia en la frente. Te pongo el pelo detrás de la oreja. Y entonces vienen los besos. Y qué besos. Lengua. Saliva. Dedos. Flujo. Sí. Nos licuamos y nos fundimos. Nos convertimos en ese charco que, un coche al pasar, salpica las aceras. El Beso, 1927. … Continúa leyendo Instantes azules

Las piruletas tienen el pelo rubio

Su pelo me olía a la fragancia dulzona de las piruletas. Su ropa me olía a ese penetrante perfume tan masticable; y sus manos y su cuello… Un día la besé y descubrí que sus labios eran tan pegajosos como el cristal caramelizado de las piruletas. Entonces me di cuenta. La miré muy seriamente a sus pupilas rojas y le dije: «No me gusta tu … Continúa leyendo Las piruletas tienen el pelo rubio

La cola de los prodigios

Llegó tarde y con la boca en la mano. Se puso junto al último de la larga fila. En silencio. Estaba nerviosa. Los labios le temblaban y le hacía cosquillas entre los dedos. El último se giró: «¿Tu primera vez?» Los labios se sellaron al mismo tiempo que el puño se cerró. «Esto va para largo», dijo el último. «Entran, pero luego no les ves … Continúa leyendo La cola de los prodigios