Apostando en el Circo de Mérida I. La suerte

 

“La suerte está echada” (alea iacta est) Julio César (s.I ac)

Llegamos al Circo a la hora de la ceremonia, que se iniciaba en la porta Pompae. El boato estaba presidido por el magistrado de Emérita Augusta. Iba montado en una cuadriga y vestido como Júpiter, con toga púrpura y atributos del Dios. Le seguían sus clientes vestidos de blanco, tras ellos los aurigas y finalizaban el desfile los sacerdotes que portaban las imágenes de los dioses. Los músicos amenizaban con flautas y liras la procesión.

Era un día muy esperado, pues podíamos sentarnos con las muchachas y apostar a nuestro auriga preferido. Las facciones dividían a la población en colores blanco, rojo, verde y azul. Las calles de la ciudad quedaban desérticas.

Mi amigo Cayo tenía unas entradas muy cerca de la sombra y desde ahí podíamos acercarnos a la zona noble del Circo.

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El Circo de planta ovalada tenía unas dimensiones de unos 440 ms de largo por 115 de ancho. En el centro y dividiendo la arena en dos partes, se disponía la spina.  Estaba ricamente decorada con esculturas y obelisco. Unos delfines, servían para contar las siete vueltas de la prueba.

Me había dicho que había una esclava griega que conocía bien la medicina y los textos de los filósofos griegos.

Pertenecía a una de las familias mas ricas de la ciudad, la domus de Salvius. La llamaban la casa del Mitreo, ya que estaba situada muy cerca del santuario de Mitra. Era un rico comerciante y tenía varios esclavos. Quizás no le importaría venderme a su esclava griega.

Cayo, de padre médico, era conocido de Julio Salvius y de su hija Tercia Salvius, ama de Dafne.

Cayo quería que yo hiciera de intermediario, por no pedirle la venta de la esclava él mismo a Salvius.

Sería un encuentro casual:

-Hola Salvius, has venido con la familia. Dijo Cayo desde el muro que separaba las gradas del palco.

-Me dirigí a su hija: saludos Tercia Salvius, veo por tu lazo rojo que vas a apostar a la facción roja. Diría que son mejores los caballos de la Azul.

-Su mirada fue indiferente: – Pues apuesta a ese color, ya que tanto sabes. Hoy los rojos han ganado tres carreras seguidas. Un tal Diocles los guía.

-Ha sido suerte, con el tiempo ganarán los caballos buenos, los azules. Como dijo Cicerón: ” Los deseos deben obedecer a la razón.” Apostarías a tu esclava griega…apostillé…

-Dijo Tercia, como dijo Séneca: «Vencer sin peligro es ganar sin gloria”. Apuestas a tu esclavo, o mejor dos.Ya que tanto quieres a la griega…

Miré a Cayo de reojo y me dijo que sí. Yo no podía permitirme ese lujo.

-Claro Tercia, la primera carrera que gane el Rojo o el Azul, será el vencedor…

Después de dos carreras, ganó la facción Roja.

-Me dijo Cayo, no puedo perder a dos de mis esclavos. Mañana hay que llevarlos a su casa y negociar algún trato mejor.

-Tú conoces a su padre, le dije. Puedes proponerle otros servicios de compensación. Piensa, tenemos un día para presentarnos… Llegamos al día siguiente por la tarde a la domus de Salvius:

Nos recibieron en la sala de invitados. Allí hay un mosaico que representa la concepción filosófica del mundo y de las fuerzas de la naturaleza (cielo, tierra y mar) que rigen la actividad humana. Lo miraba buscando inspiración.

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-Bienvenido Cayo, dijo Salvius. Habéis venido con los esclavos de mi hija

-Queremos proponerte un trato mejor. Te procuraremos cuidados médicos gratuitos hasta saldar la deuda. Estos esclavos están especializados en sanación y así te serán más útiles.

-Me parece buen trato Cayo, cierto que no necesito mas sirvientes y la deuda será así, bien saldada.

-Tercia discrepó, no es ese hombre quién apostó. Es Casio, su acompañante. Y debería pagar él la deuda. Como al final de las carreras la facción Azul fue la ganadora del total. Creo que él debería de trabajar gratis para saldar la deuda. Así padre se encargará de la facción Roja, preparando los caballos. Mientras recita a Cicerón...” Los Hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejoras los buenos.” Dijeron los dos al mismo tiempo.

-Cayo me miró y dijo: Julio Salvius era yo quien quería apostar por la esclava griega. Yo pagaré con mis servicios médicos…no quiero pasarle la carga a mi amigo.

-Y todo por una esclava. ¡¡Que venga Dafne¡¡

-Cayo: ella conoce a los filósofos griegos y su medicina. Puede ayudarme en la consulta médica. Te pagaré su valor de mercado.

-Dijo Julio: acepto su precio si tu amigo Casio, se encarga de mis caballos. Necesito alguien que sepa elegir y preparar un carro ganador.

-Bien, dijo Tercia Salvius. Tendrá su griega, cuando sus triunfos así lo avalen…

-¿Qué diría un filósofo griego? -le preguntó Cayo a Dafne: El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos, diría Platón.

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Mas información:

Circo Romano de Mérida

El atleta más rico de la historia era de Mérida

La casa de Mitreo

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