«Te amo como se aman ciertas cosas oscuras, secretamente, entre la sombra y el alma.»
(Pablo Neruda_Soneto XVII)
He vuelto a perder el tren en el que va. Tendré que tomar otro. No soy de quedarme a esperar.
Nuestros trenes se cruzan en contadas ocasiones y siempre llenas de desencuentros.
Hace ya bastante que me invitó a subirme por primera vez, y no lo hice. Ese día andaba cabizbaja, reía poco y estaba cansada de recoger del suelo pedacitos de mí que había vuelto a malgastar en quien no lo valía. Algo me decía que me arrepentiría de mi actitud huidiza en ese momento, pero entonces yo me necesitaba más que a nadie. Me quedé en el andén, y su tren partió.
Pasaron los meses, y una cena me brindó una segunda oportunidad. Pero existe una ley no explícita y comprensible a la par que cruel y caprichosa, por la cual, alguien que ha dejado escapar un tren es posteriormente castigado a verlo pasar una, dos o vete a saber cuántas veces más sin poder llegar a destino. No me acompañó a casa. Me quedé en el andén, y nuevamente su tren partió.
No soy de quedarme a esperar, pero es que esa ley no explícita se está cebando conmigo.