Resiliencia: capacidad humana de asumir y afrontar de forma adaptativa situaciones límite y sobreponerse a ellas, no sólo permitiéndonos afrontar una crisis, sino salir además fortalecidos de ella.
Estos días la lluvia de verano nos ha honrado con su presencia. Y me sorprendió porque no ha sido, al menos desde mi posición, la típica llovizna a la que nos tiene acostumbrados el Mediterráneo. Ésa que apenas refresca y encima luego deja a modo de regalo tierra sobre coches, ventanas, balcones…No. Ha sido una lluvia refrescante por la noche. Una lluvia de verano con un valor añadido: limpiar. Ha caído y se lo ha llevado todo consigo.
Qué diferente es vivir una tormenta, te guste o no, que tan sólo te deje polvo, tierra y a veces incluso más calor, a presenciar una de ésas que al cesar parece que todo ha cambiado pero no en vano. No. Ha servido para algo. Aunque no te gusten las tormentas de verano, ni las de ninguna clase, cuando éstas acaban y te dejan la sensación de haber obtenido algún beneficio tras pasarlas, entonces sientes que todo ha sido por algo y para algo. Es en ese momento cuando sabes que, aun no habiendo deseado que lloviera, aun habiendo sufrido porque esa tormenta llena de relámpagos y truenos no te gustó especialmente, has salido fortalecido de ella. Has obtenido nuevas destrezas, nuevos aprendizajes de ti mismo y de tu entorno, un beneficio para el futuro…Sí. Has sido resiliente.
Ojalá que cada vez que llueva en nuestras vidas, no nos conformemos únicamente con resistir la tormenta, sino que además logremos ser resilientes. Porque de este modo seguiremos creciendo, seguiremos caminando, y no nos quedaremos atrapados con los pies en el fango de esas otras lluvias del pasado, lluvias que no sirvieron para nada porque no supimos encararlas ni tampoco enriquecernos de lo sacrificado en ellas.