Me lo han dicho: mi escritura es como reventar un grano de pus. Demasiado brusca, demasiado cruda, resumiendo: incómoda. Me declaro culpable, señoría. No sé hacer las cosas de otro modo. Decidme, por favor, cómo se sacan las concertinas de las entrañas sin desgarrar la carne; cómo se une una cuerda a otra sin hacer un nudo; cómo golpea un martillo sin hacer ruido. Quisiera ser mejor, de verdad. Quisiera aniquilar a las sombras que se guarecen bajo las mariposas de aceite, callar esas voces que me despiertan por la noche. Pero cómo, cómo, diosánto, si yo escribo a bofetadas.
