La humanización del pan

Las hogazas lucen rubias de sol y de trigo recién molido. Los dedos están tiznados de la grasa negra que ningún jabón puede quitar ya. Así, rebanan limpiamente el pan y le tienden la primera rodaja al compañero. Entre ellos se abre un olor a horno de leña y piedra, es el olor pulcro de los orígenes, del hogar, bien podrían ser dos pastores debajo de una encina. Compadre, sabes que no traje nada. Cállate, hombre. El pan ni se toma solo ni es de nadie. Come.

Niños comiendo uvas y melón, 1650. Óleo sobre lienzo (145,6 × 103,6 cm). Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682). Alte Pinakothek, Múnich.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s