Recojo flores de papel entre los escombros de los edificios bombardeados que un soldado ha puesto para mí o quizá fue una teniente, tanto da, el caso es que alguien pensó en esa niña abandonada que soy yo. Hay algunos muros en pie que resistieron el desgarro de la metralla y exhiben con orgullo herido y ridículo los boquetes en la piel. Me acerco las flores a la nariz, pero solo huelo a ceniza. A mi lado hay cuerpos humeantes y negros. Muertos. Muertos como yo que camino por mi interior desolado.
La carta (Enferma), 1917. Óleo sobre lienzo (95 x 140 cm). Gabriele Münter (1877-1962). Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Mucho más que la sombra de Kandinsky.