He bebido de muchas copas.
Me he desnudado y me he negado a quitarme el abrigo.
Tantas noches me han encendido y otras me han apagado.
No tengo idea de por qué he amado o dejado de amar.
No tengo idea de por qué un día o una noche, un sueño
extraño y litoral me conduce a la calle.
Malú Urriola, Cadáver exquisito (2017)
Le dije a mi amiga que iría a recogerla en moto. Me apetecía darle una vuelta, recorrer la ciudad como en los viejos tiempos. Ah! Los viejos tiempos… qué expresión más desgastada, qué cliché tan hermoso para rememorar yoes pasados. La ayudé a abrocharse el casco, mi viejo casco siempre se atascaba. Mientras ajustaba la cinta en la barbilla me venía su aroma a fresas intacto desde hacía diez años. Era lo primero que me invadía al amanecer cuando dormíamos juntos y lo último que se marchaba en la monotonía de los lunes. Su olor a veces me acompañaba días, pero para cuando se atenuaba enseguida volvía a ser viernes e iba a recogerla en moto. ¿Te acuerdas de cómo se sube? Ella sonríe y contesta: «Espero». Se acordaba. Salimos a tirón de escape. Ella se agarró fuerte al asiento. ¿Dónde quieres ir? Donde me lleves. Aceleré sin saber muy bien adónde, yo solo quería recorrer asfalto y seguir sintiendo sus muslos apretándome la cintura.
Ciclista, 1913. Óleo sobre lienzo (78 x 105 cm). Natalia Goncharova (1881-1962) Museo Estatal Ruso, San Petersburgo. Futurismo ruso: propaganda y transgresión.