Algunos días mi padre era un cirujano serio capaz de enmendar columnas y mi madre una profesora muy leída y respetada que amaba su profesión. Mi infancia, entonces, estaba colmada de mimos en la que me gustaba que mi padre estuviera ausente salvando vidas y mi madre a mi lado leyéndome un cuento antes de dormir. Otros días, mi madre era una acróbata de circo que bailaba con telas suspendida en el aire y mi padre un fuerte bombero que extinguía peligrosos fuegos. Mi infancia esos días era feliz, mirando por la ventana de mi cuarto, imaginando a mis padres como héroes y bellos como dioses. Otras veces, mi madre era una ejecutiva de éxito con traje de chaqueta y despacho con ventanal de algún rascacielos y mi padre un sabio alfarero que me hacía juguetes con sus manos. Me gustaban las tardes junto al torno de mi padre y el calor del horno. Muy pocas veces, mi padre se iba al bar y mi madre fregoteaba sucia en la cocina. Esos días no hacía los deberes y me iba a la calle a jugar con otros niños, imaginándome a sus padres como héroes y bellos como dioses.
Muchacha en la ventana, 1925. Óleo sobre cartón piedra (105 x 74’5 cm). Salvador Dalí (1904-1989). Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.