Es lo que tiene nacer con una casa a cuestas, que pesa, que condiciona, que limita. Mi vida entera cabe en el fogonazo de una cerilla y mi infancia se reduce al instante ¿feliz? de tirar chinarros al aire para ponerse debajo al grito de ¡lluvia! Todo lo demás es teatro, humo. Es como estar en el hueco de un árbol caído, como querer respirar en una ciénaga, como querer escapar de los pasillos blancos y el olor a lejía. Es lo que tiene que la mirada se acabe tan pronto, acaba uno por disecarse dentro de su propio ser. Ya nadie mira, ya nadie ve, ya nadie vive y ¿cómo puede vivirse con un caracol pegado a la ventana?
Tierra y excrementos, 1932. Maruja Mallo (1902-1995), serie: Cloacas y campanarios. Museo Reina Sofía, Madrid.
Imprescindibles: Las sin sombrero.