"La lluvia tiene un vago secreto de ternura, algo de soñolencia resignada y amable, una música humilde se despierta con ella que hace vibrar el alma dormida del paisaje..." (Federico García Lorca)
¿Mi música preferida? La lluvia.
Escuchar ese sonido paraliza mi tiempo, detiene mi mente como ninguna otra cosa logra hacer, adormece mis temores, acompasa mis latidos y despierta mis sentidos…Esos otros sentidos que no sueles usar tanto como los necesarios a diario para caminar sin tropezar demasiado.
Sentarme a ‘perder el tiempo’ contemplando, oliendo, pero sobre todo escuchando llover. Cada vez que he disfrutado de ese placer he creído convencida que es imposible igualarlo con ningún otro sonido, sensación o momento.
Hasta que hablé con él, porque con él oí llover.
Dejó de ser temprano o tarde, de repente ya no tenía prisa. Ni siquiera recordaba muy bien aquello a lo que le daba vueltas minutos antes de que empezara a llover y que tanto me preocupaba resolver. Me sentía tranquila con aquella melodía. Mientras mis oídos se deleitaban, juraría que el resto de mis sentidos estaban igualmente atentos… Pero entonces él calló por un instante, dando lugar a un inesperado silencio, y repentinamente dejé de oír llover. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Ya no llovía? Tuve que mirar a mi alrededor para comprobar, incrédula, que no había caído ni una sola gota en todo ese rato.
Hasta que hablé con él, no sabía que se podía oír llover sin haber tormenta.
Hasta que hablé con él, no sabía que la lluvia estaba en su voz y no a nuestro alrededor.