«El hombre habitará solo en un planeta desnudo, sin árboles ni bestias».
Concha Alós, Os habla Electra (1975).
No somos nada, no somos nada… Una hembra preñada agitando histérica los barrotes de su jaula. Impotencia. Un gorila aburrido en dos metros cuadrados de hormigón. Resignación. Pájaros de colores que no saben volar, ni alto ni bajo. Vergüenza. El último rinoceronte blanco, el último leopardo, elefantes dentro de un camión estrellado, jirafas decapitadas, de sus tendones se hacen instrumentos de música y su cola sirve como matamoscas. Humillación. Delfines viviendo en piscinas y tigres mellados porque les han arrancado los dientes. Indecible. El cocodrilo sobrevivió grandes extinciones, el último pariente de los dinosaurios. ¿Y ahora qué? Ahora nada porque han llegado ellos, los verdaderos reyes del mambo. Si el tiempo geológico del planeta pudiera representarse en la escala de solo un año, la existencia del ser humano equivaldría a los últimos cinco minutos antes de las campanadas del 31 de diciembre que anuncia el año nuevo. No somos nada, no somos nada…
D’où venons nous? Que sommes nous? Où allons nous? (¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?) 1897. Óleo sobre lienzo. 139,1 cm × 374,6 cm. Paul Gauguin (1848-1903), el pintor que nunca encontró el paraíso. Museo de Bellas Artes de Boston.