Amalia tiene flores muertas en el vientre y en las manos y en su cuello y en su seno y en su sexo. Se siente podrida sucia asquerosa. Todavía le duelen las costillas por soportar aquél peso muerto que hace un momento estaba sobre ella y que ahora se lava tranquilamente en la ducha, hasta canturreando. Amalia ni se ha movido del dormitorio. Para qué. Sus flores marchitan… De repente, un golpe seco se escucha en el cuarto de baño. Parece una caída. El grifo de la ducha sigue sonando con normalidad. No se oye nada, ni un quejido. Amalia alarmada se levanta de la cama y se queda tras la puerta cerrada pensando si debe entrar a mirar, se queda con el puño en alto esperando tocar. Pero no lo hace. Se imagina el cuerpo inerte al otro lado, con el chorro de sangre mezclándose con el agua que sigue cayendo inmune. Se lo imagina todo en blanco y negro, como en aquella película de Hitchcock donde la sangre se ve gris, gris, gris… Amalia se aleja de la puerta del baño. Amalia se va. Quién sabe si resbaló al pisar algún pétalo de flor.
Landscape with flowers, 1930. Óleo sobre lienzo (80 x 100 cm). Zoltán Palugyay (1898-1935). National Gallery of Slovakia, Bratislava.
Admiro mucho tu forma intrigante de narrar ♥️🥀💋
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No puedo decir otra cosa que gracias 😉
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