de paso a la ya tan (Ángela Segovia, 2013): el monólogo de la lluvia

Ángela Segovia ha sido galardonada recientemente con el Premio Miguel Hernández de poesía 2017 a la mejor obra de poesía joven con La curva se volvió barricada. Con ganas de que llegue el ejemplar a casa, recupero para los lectores y las lectoras berlinesas el comentario revisado de su libro de paso a la ya tan que apareció en la revista Amanece Metrópolis. 

Hay veces que un libro te knockea como lo haría un boxeador más grande y más fuerte que tú. Ángela Segovia hila muy fino en la cuidada edición de de paso a la ya tan (2013, ÁRTEse quien pueda), desde la elección de la ilustración de la cubierta y la contracubierta al rechazo de las mayúsculas o la ruptura del orden lógico de la frase del título. Creo que hay algún tipo de clave de interpretación en los detalles que enmarcan el poemario: un torrente de agua en pleno fluir de partículas desperdigadas que se rompen y buscan su camino fuera del conjunto. El monólogo de la lluvia.

de paso a la ya tan recupera el discurso de la locura, el torrente del monólogo interior que secuestra y agrede a la sintaxis, pero que se convierte en ojo que mira hacia afuera. Quizá sea ese detalle el que me lleva esta tarde otoñal a destacar la poética de Ángela: la inteligencia de presentar la realidad en una tercera persona que abruma a la primera a través del tamiz de un caleidoscopio que fragmenta sin orden el amor, la calle, la locura, la poesía.

de paso a la ya tan es quizá la demostración más radical del triunfo del neovanguardismo entre las poetas de la nueva generación. Sintaxis abrupta, ausencia de comas, puntos a los que no siguen mayúsculas, separaciones espaciales de palabras, juegos tipográficos, cambios en la orientación de la página, como hacía Cortázar, onomatopeyas y otra suerte de recursos fónicos que rompen la métrica acentual, acercando el lenguaje al pensamiento, alejando la interpretación racional.

Un torrente en ebullición. Como la famosa escena de Un perro andaluz en la que Buñuel saja un ojo pidiendo una nueva lectura, unos ojos nuevos que entendieran un lenguaje nuevo, Ángela Segovia recupera la dinamita vanguardista un siglo después del triunfo del Cubismo. Os dejo las herramientas y os planteo la solución: sajarnos los ojos. O que Ángela nos invite a una cerveza. Aunque a veces no sea necesario explicar lo inexplicable y la poesía se convierta en un cuarteto de Gibbons, que suena sin saber con qué misterio.

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