El otro día llegué a un sitio la mar de extraño. Era un lugar blandito y multicolor. No había árboles, sólo montañas enroscadas. Debía ser el país de la tristeza porque allí todos lloraban. Resulta que habían perdido a su pareja y ninguno podía emparejarse otra vez. Una pena. Yo les miraba desconsolado ante tanta fatalidad. Quise ayudar quitando hierro al asunto y bromeé a un tipo de rombos que se lamentaba sin parar sobre los hombros de otro tipo de cuadros. No debió de gustarles mi gracia geométrica a juzgar por sus miradas pero, claro, qué voy a saber yo si sólo soy un botón que me había perdido dándome un baño de espuma.
Celestina, 1906. Óleo sobre lienzo (151’5 x 180’5 cm). Ignacio Zuloaga (1870-1945). Museo Reina Sofía, Madrid. #Post-impresionismo.
¡¡MUY BUENO!! 🙂 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
era manoloprofe (manoloechegaray@gmail.com). Errare humanum est, y salí como anónimo. 🙂 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Qué gran post Nieves! Qué forma de hacernos reflexionar con tan pocas palabras y esa fina ironía 😉 ¡Gracias!
Me gustaLe gusta a 1 persona