"Quien mira hacia fuera sueña, quien mira hacia dentro despierta" (Carl Jung)
A menudo, siendo una mocosa pecosa y sabionda, oía a alguien decirme pacientemente que «el miedo es libre». Él usaba esta expresión como intento inútil de frenar mis preguntas detectivescas de tercer grado, aunque sin una adecuada lámpara deslumbrante para el escrutinio…todo sea dicho de paso, y justificar así que no los afrontara. Y la verdad, ahora sé que no lo hizo porque tuvo que encarar otras batallas que yo no supe ver ni entender entonces, y ganó. Ya lo creo que ganó.
Hoy he aprendido lo que creo trataba de decirme entre líneas cuando usaba su manido «el miedo es libre» porque ahora decido qué guerras merecen la pena ser libradas y cuáles no. Hoy sé, mejor que ayer, darle a cada cual el lugar que merece porque nuestros actos siempre definen quiénes somos, no nuestra palabrería. Y como le intento explicar en ocasiones a un amigo, en cualquiera de nuestros filosóficos debates para arreglar el mundo y la vida, las personas y las circunstancias que acontecen en nuestro camino tienen sobre nosotros el poder que decidamos otorgarles. Ni más ni menos. Mi amigo, algo más cabezota que yo aunque lo niegue, suele defender la parte ‘no controlable’ y visceral del miedo, recordándome así aquel «el miedo es libre» mal entendido. De acuerdo, no niego que somos animales que vivimos en constante alerta para preparar nuestra huida frente a aquello que nos aterra…pero lo que también se nos olvida es que cada vez que no afrontamos algo y huimos de ello para refugiarnos en nuestra caverna negra, que algun@s llamamos ahora ‘zona de confort’, como quien corre delante de un león, solamente logramos alimentar a esa maldita fiera que es el miedo. Sí, cada vez que lo evitamos o huimos de él, lo estamos engordando hasta convertirlo en un terror de dimensiones desproporcionadas respecto a la realidad. Esta peligrosa trampa de ‘ir haciendo la bola cada vez más grande’ en Psicología se llama ‘refuerzo negativo’ y salir de ella es tan jodido como dejar otras drogas…
Pero en el fondo sabéis tan bien como yo que la vida está llena de ‘jamases’ e ‘imposibles’ que nosotr@s mism@s con tiempo y fuerza vamos poniendo en su lugar antes o después. Olvida a toda persona que se encargó o se encarga de sumergirte en esas arenas movedizas del «eso jamás pasará», «eso es imposible», «no podrás»…y que solo consigue que permanezcas con los pies clavados ahí y sin poder salir de tu engañoso refugio. Y si, para más inri, esa persona sutilmente machacona no es otra que tú mism@…empieza entonces a mirarte hacia dentro y averigua por qué te maltratas de ese modo. Ése es, sin duda, un daño psicológico aún más cruel que el pueda infligirte cualquier otra persona de la calle.
Ésta es mi última publicación de 2017, aquí, en ‘Berlín’…y no quería despedir este año sin confesar, por si sirve a alguien, que lo he pasado ‘vigilando’ de cerca a mis propios y temidos ‘leones’ (sí, alguno@s afortunad@s incluso tenemos más de uno…qué envidia ¿eh???). He decidido a cuáles darles la categoría de leones y ver con claridad cuáles han sido realmente sólo pequeños gatitos con aires de grandeza. He dormido con mis miedos cada noche, sin huir de ellos, y al levantarme, ya con los pies sobre el suelo, he decidido a cuál prestar atención si así lo he creído yo necesario, no otras personas.
Os animo a que en 2018 sigamos mirando hacia fuera desde el lugar con mejores vistas que podamos encontrar y así soñar alto ya que siempre es necesario. Pero también deseo de corazón que, de una vez por todas, nos miremos hacia dentro bajando unos cuantos peldaños de esa oscura escalera, sin salir en cuestión de segundos despavorid@s por miedo a lo que podamos sentir. Vamos a elegir a uno de esos leones, vamos a plantarle cara al miedo que nos provoca y planificar cómo lo dominaremos. Esta vez, no nos quedaremos paralizados en el mismo metro cuadrado de siempre y con esa penosa costumbre de quejarnos autocompadeciéndonos. Esta vez, diseñaremos nuestra táctica y estrategia para el enfrentamiento y ya habremos ganando porque simplemente estaremos afrontándolo.
Ojalá tengamos un Año Nuevo positivamente guerrero y no cómodamente cobarde, donde sepamos disfrutar del torbellino de emociones que supondrá re-conocernos al bajar la escalera porque nadie más librará ese combate por nosotr@s.
Mis mejores deseos para, quizás, la más agria pero sensible pelea: la de cualquier persona frente a sí mism@.