Escultura de un hombre con atributos de jaguar. Exposición «Los mayas. El enigma de las ciudades perdidas». Museo Marq (Alicante).
En la mayoría de culturas precolombinas animales como el jaguar han tenido un especial protagonismo que queda manifiesto a través de los glifos y pinturas halladas en cerámicas, piedras y otros restos escultóricos y arquitectónicos. En concreto, para la cultura maya, el «rey sol» se transformaba en un jaguar al ponerse por el oeste y bajar al inframundo cada noche, dado que ésta era la única manera de poder enfrentarse a los muertos y lograr salir por el este un día más. Solamente la fuerza y demás atributos de un jaguar eran considerados suficientemente valiosos para garantizar un nuevo amanecer. Cada salida de sol representaba una victoria del jaguar sobre el inframundo la noche anterior.
Cuando estos días visitaba una exposición sobre la cultura maya quedé cautivada por esta escultura. Mitad humana, mitad animal. Quieto, pero en posición de ataque. Inmediatamente me hizo pensar que, aunque a menudo no somos conscientes, vivimos rodeados de muchas personas así. Personas normales que caminan cada día a nuestro lado o por una calle de Londres, sin que sepamos ni se aprecie con facilidad que llevan en su sangre el coraje de un jaguar. Pienso que Ignacio Echeverría lo era. Un hombre joven que, mientras todos decidieron correr despavoridos en dirección contraria para ponerse a salvo en mitad de un ataque terrorista, él se giró, y con lo único que llevaba encima, su monopatín, trató de impedir a unos terroristas que continuaran apuñalando a una mujer, y el apuñalado acabó siendo él. Tengo claro que este jaguar sabía que llevaba las de perder, por eso ensalzo aún más su valor. Sabiendo que corría a contracorriente, solo, y en clara desventaja, porque él no empuñaba un arma blanca como sus adversarios y, además, ellos eran más. Y aún así lo hizo. Decidió no mirar a otro lado. Eso es coraje.
Ése es el coraje que hay que ensalzar en una sociedad donde en ocasiones se atribuyen ciertos valores de forma desmedida o equivocada. A mi entender, Ronaldo y Nadal son deportistas con gran tesón, dedicación y profesionalidad que ponen mucha pasión en lo que hacen y consiguen grandes logros a base de un gran esfuerzo y constancia. Pero esto no es coraje. Para mí no lo es, aunque ante sonadas victorias leo a menudo y contrariada en muchas redes sociales publicaciones que no lo ven así, y por ello, quizás llevados por la euforia del momento, algunos comentaristas equivocan términos y valores a la par. Y no estoy de acuerdo. Coraje es enfrentarse a lo que te aterra sólo por ayudar desinteresadamente, y además hacerlo aún cuando no tienes claro que los astros vayan a alinearse a tu favor e incluso sabiendo que arriesgas tu integridad física. Eso es coraje y no otras cosas…
Como he leído estos días, muy acertadamente, algunos héroes no llevan capa, no. En concreto, éste era español, trabajaba en Londres y llevaba monopatín. Ignacio tendrá otro amanecer, en otro lugar, pero lo tendrá, y quizás ayude a que muchos aprendamos a reorganizar nuestra escala de valores, y que cuando oigamos palabras como «coraje» o «valentía» pensemos más en personas anónimas como él u otras muchas que de forma voluntaria «vagan» por el mundo ayudando a desfavorecidos en condiciones poco seguras e insalubres.
Gracias Ignacio.
DEP Ignacio.