Cosas de un viernes

Tengo lágrimas en mis mejillas. No son mías, son de quien recibió el pésame, de quien me avisó de que me iba a mojar y a quien respondí que no importaba.
Es el segundo pésame que doy en esta calle; en este barrio. Y entonces recuerdo una canción -¿o será un poema?- que nos contaba que “el sacristán ha visto hacerse viejo al cura, el cura ha visto al cabo y el cabo al sacristán. Y mi pueblo a su vez vio morir a los tres…”
Y entonces entiendo cosas sobre la vida y la muerte, sobre las edades, las de Lulú y las otras. Sobre la vejez y la juventud y el miedo a quedarse calvo, o engordar, o envejecer. Y me doy cuenta, pienso, creo, sé, que no hay más. Principio y final, que tienes un párrafo y un punto y aparte en el que ya no eres protagonista o testigo.
Pero este no es un artículo sobre la tristeza, sino sobre todo lo contrario sin caer en la euforia. En realidad, yo venía aquí a habar de la infidelidad, de la lealtad, de la simpleza o de hacer las cosas difíciles por mero placer. Venía a hablar de lo importante que es nada y de lo irrelevante que es todo, o tal vez lo contrario. O tal vez ambas, todas ciertas.
Y a hablar de canciones, de Louis Prima, el italiano feo que cantaba canciones que ya nadie conoce. De repente, alguien se las encuentra y las añade a alguna banda sonora en alguna serie, o película, o tal vez, en alguna obra de teatro donde le dejen ser transgresor y mezclar a julio César con una canción de jazz del Siglo XX. A lo mejor la escuché en una fiesta y me quedé con su ritmillo. Y después descubrí su letra y su mensaje cínico con el que te invitan a ser cualquier cosa menos un cínico o un amargado. Me gustan las letras que venden lo indescriptible al por menor. Esos detalles minúsculos con todo el aire fresco para unos pulmones que necesitan una montaña y un bosque.
Me encuentro mezclado en la muerte de desconocidas y lamentando la pérdida de a quien solo conozco de ser amable, en calles estrechas con pavimentos ajados.
Las conclusiones son simples, y mi mensaje importante: escucha la canción (si quieres) y piensa lo que te dé la gana. O no pienses, a mí me da igual.

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