«Yo, al verte sonreír, soy el niño que ayer fui. Si yo velo por tus sueños el miedo no vendrá y así sabrás lo bello que es vivir.»
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«Sí, mi corazón siempre estará donde esté tu corazón si tú no dejas de luchar. Y nunca pierdas la ilusión, nunca olvides que al final habrá un lugar para el amor»
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«Tú no dejes de jugar, no, no pares de soñar, que una noche la tristeza se irá sin avisar…y al fin sabrás lo bello que es vivir»Canción «La vida es bella» interpretada por Noa y Miguel Bosé (click aquí para escuchar)
No estoy segura. Hago verdaderos esfuerzos por averiguar en qué momento y lugar me olvidé de ti, mi niña. Me pregunto si fue de la noche a la mañana, o si fue algo paulatino. Supongo que lo primero, puede que dejase que la vida te eliminase de un plumazo, porque de lo contrario quizás me hubiese dado cuenta de que te estaba soltando la mano lentamente.
Recuerdo que no te sentías una niña como las demás, pero cuando no cuidabas de nadie, no cumplías expectativas ajenas, no te acordabas de ser responsable, no temías nada o quizás lo temías todo, sí eras como cualquier otra y entonces sonreías.
Patinabas sin miedo a caer, coleccionabas huesos encontrados por el campo cual futura científica forense, disfrutabas con las clases simuladas y clandestinas de conducir, sostenías como podías una escopeta de perdigones que tu padre te enseñaba a disparar…También decías que de mayor te casarías con Superman y tendrías el «coche fantástico» real, el de Michael Knight, porque el de miniatura que te regaló tu padre te encantaba pero todavía no se podía conducir de verdad.
Quiero que sepas que te estoy buscando con paciencia y tesón. Y que, aunque no encontré a un Superman de verdad ni tenga el coche fantástico, siento que te voy recuperando. Te descubro de nuevo cuando vuelvo a escribir como desde tan temprano hacías a escondidas en tu cuarto; cuando capturo momentos en fotografías que me recuerdan a cómo te gustaba ensimismarte observando cualquier escena o persona tratando de imaginar qué historia habría detrás de lo que contemplabas; cuando vuelvo a escuchar tangos como los que tu abuelo poeta también escuchaba en su casa y todavía mejor cantaba en el hospital cuando llevaba ya un rato bajo el efecto de la mascarilla de oxígeno; o cuando hago realidad mis pequeñas «locuras» no confesadas, ni esperadas, ni comprendidas por los demás.
Querida niña, pronto te rescataré por completo. Eso implicará mucho esfuerzo para mí y cambios a mi alrededor, que esta vez no serán en balde porque no te dejaré escapar una segunda vez.
Hasta pronto, mi niña.