"Tan imposible es avivar la lumbre con nieve, como apagar el fuego del amor con palabras". (William Shakespeare)
Siempre me pregunté por qué motivo en los grandes romances de la literatura y el cine, cuando los sentimientos de uno no eran correspondidos por el otro, el primero ponía tierra de por medio. Así de «sencillo» y tajante. Carretera y manta. Solía pensar que ese era un recurso manido de los escritores porque, al fin y al cabo, eso de irse siempre queda mucho más dramático, romántico y sufrido. Quizás, cabría plantearse otras posturas más conciliadoras que el acto de marcharse, pero solo el tiempo me ha hecho comprender el poderoso efecto terapéutico de la “distancia”. En ocasiones, esa es la única medicina posible, mientras que quedarse puede asemejarse a la peor de las torturas. No alcanzo a imaginar una condena más pesada para el corazón que practicar ese templado arte de verle, oírle, olerle y tocarle, pero sin admirarle, escucharle, sentirle ni quererle. No existen palabras amables que puedan calmar un sentimiento no correspondido. Solo el tiempo, algo de nieve y puede que una bicicleta con la que avanzar sin pensar, lo puedan enfriar.
Supongo que usamos la distancia física como un primer recurso para facilitar lo realmente complicado: tomar distancia emocional. Porque al fin y al cabo, esa distancia emocional es impuesta…y todo lo impuesto lleva un largo y duro camino.
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Cuánta razón Marian…la distancia impone la fuerza de voluntad necesaria para lograr el distanciamiento emocional…que es lo más difícil sin duda alguna
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Qué difícil la distancia emocional. Como la nieve en el Mediterráneo
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Por tanto, difícil pero no imposible 😉
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